sábado, 24 de marzo de 2012

La experiencia amorosa: ambigüedades ocultas



Continuando con la reflexión de  Eduardo López Azpitarte S.J, presentare ahora la segunda parte, referente a la experiencia amorosa, donde se  muestra como, nuestras experiencias personales se fortalecen o se debilitan dependiendo de nuestra manera de concebir el amor.    

El Amor, hijo de ambos (Ares y Afrodita), hereda las cualidades contradictorias de sus padres. En él se armonizan una serie de aspectos antagónicos que indican su origen y manifiestan su verdadera naturaleza. Se le representa como aun niño, necesitado de protección y ayuda constante, imagen de la debilidad, símbolo de una dependencia absoluta, vacío de poder e indigente, incapaz de valerse por sí solo sin la colaboración de los demás; pero, al mismo tiempo, está dotado también de una capacidad y fuerza extraordinaria, con su arco y sus flechas se dispone a triunfar en las más difíciles tareas, sabiendo que nadie podrá escaparse a su influjo halagador.

Se muestra pequeño, pero camina por la vida solitario, buscando a quién poder subyugar. Es la energía misteriosa que asegura la perpetuidad de la vida y doblega a las voluntades más firmes. Pide protección, pero ayuda también a quién se encuentra necesitad. Una naturaleza, por tanto, compleja y contradictoria: fuerza y debilidad, plenitud y vacío, dinamismo y receptividad, liberación y dependencia, constancia y fugacidad, entrega salvadora y egoísmo interesado, causa de ideales y motivo de frustraciones, dispuesto a las mayores heroicidades y vencido por múltiples esclavitudes. Por amor se toman las grandes decisiones y se realizan también las mayores insensateces.

          
           Es la ambigüedad que todos sentimos en nuestras propias experiencias personales. Estimula, impulsa, alienta, oxigena, pero también hunde, destroza, amarga y entristece. De ahí que, bajo un mismo nombre ya la sombra de un término tan positivo, puedan encontrarse actitudes y vivencias muy diferentes. Si cada uno escribiera sus experiencias afectivas, tal vez resultaría difícil que el amor, como protagonista, representara siempre los mismos papeles. Hasta el lenguaje que utilizara no sería tampoco inteligible para todos los lectores. El cariño posee registros musicales que no siempre se integran en una armonía.



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