En esta ocasión comenzaré por abordar elementos
importantes en la vida personal dentro de la dimensión de la pareja, es importante
considerar que el S.J. Eduardo LópezAzpitarte, nos pone de frente con
nuestra dimensión universal, sin la cual no conoceríamos la verdadera
experiencia del amar, por ello creo que debemos de poner mucha atención en cada
una de las palabras, que cuestionen nuestra existencia y nos lleven a mejorar
nuestra vida de amor con y para los demás.
La auténtica experiencia amorosa tiene siempre una
dimensión universal, con destino a todos
las personas. No se podría amar y entregarse a más de uno si el cariño fuese
una simple cosa que, cuando se reparte, supusiera una pérdida imposible de
recuperar .Llegaría entonces un momento en que no habría nada que ofrecer, pues
todo se habría entregado. El cariño ha de medirse con otras matemáticas
diferentes. El hecho de darlo nunca resta ni empobrece pues, como dice un
poeta: «Moneda que está en la mano/quizá se pueda guardar;/la monedita del
alma/ se pierde si no se da» .
Es cierto que amar de verdad se reduce siempre aun grupo
reducido. Si nuestra afectividad se sintiera comprometida con el dolor y las
tragedias de todo el mundo, no habría corazón que resistiera con vida. Quiero
decir que, cuando alguna vez se ha experimentado la gracia de la amistad, a
través de un individuo concreto, semejante experiencia descubre ineludiblemente
el valor de la persona. A partir de ese momento, todas las demás adquieren un
relieve extraordinario. El amor se convierte entonces en una fuente inagotable
de riqueza abierta a todos los seres humanos. Él vislumbra mejor que nada lo
que hay oculto en su interior y los valores inéditos que posee. Esto no
significa que todos sean queridos con la misma intensidad. Las resonancias
afectivas nunca serán idénticas, pues se hace imposible sentir hacia ellos la
misma fuerza sentimental. Por otra parte, el amor tiene matices muy diferentes,
según la persona hacia la que vaya dirigido. No es lo mismo el cariño de los
padres, de los amigos o el de los esposos . Cada uno conserva sus
características peculiares, aunque todos coinciden en una base común: se trata
de una relación que ha iluminado, como antes decíamos, el valor de lo que
significa ser persona. Alguien que vale por sí mismo y que supera la categoría
de lo útil y de lo práctico.
Por eso, el que haya aprendido a querer una vez, está ya
preparado para relacionarse con los demás, incluso con el extraño y
desconocido, con una tonalidad de espíritu diferente. Ya sabe el respeto
impresionante que toda persona se merece. Aunque no llegase a un nivel de trato
mayor, existe ya una capacidad embrionaria que posibilitaría el desarrollo
posterior de una relación afectiva. Si esta actitud de fondo no se encuentra
ante el otro, podría ponerse en duda la autenticidad de lo que llamamos cariño.
Y es que cuando las fronteras se cierran hacia fuera, para instalarse en el
gozo intimista y sin ninguna apertura hacia los demás, es muy probable que semejante
experiencia no haya superado aún los primeros estadios de inmadurez egoísta.
Tu opinion en la Iglesia es una voz que resuena para Gloria de Dios.
que bellas palabras, claro si una persona se quiere asi mismo podra querer a los demas , amarlos y darlo todo porque ha aprendido a valorarse pero el amor y cariño no sera igual para todos existe y se da diferente manera pero siempre va en caminado saber amar estar para los demas entregando lo que uno es....
ResponderEliminar