martes, 6 de marzo de 2012

Diálogo en el Noviazgo.




              En esta ocasión ire haciendo varias entradas sobre diversos elementos del matrimonio que se viven desde el proceso del noviazgo y que en muchas ocasiones ya desde sus comienzos están mal teniendo como resultado una vida poco fructífera en el matrimonio y llevando inclusive a la infelicidad de la persona, en este caso tomaremos algunos aspectos de un libro del padre Ángel Peña sacerdote Agustino Recolecto, que respecto del dialogo nos dice  que  algo fundamental en la vida del noviazgo con miras al matrimonio es saber dialogar y decirse las cosas con confianza para poder corregirse mutuamente. El diálogo debe  hacerse en momentos de calma. Cuando uno está irritado, porque el otro ha llegado tarde o porque las cosas le salieron mal, el diálogo puede terminar en discusión. Hay que buscar el momento adecuado, y dialogar lejos de ruidos, y en momentos propios.

Hay que evitar a toda costa la actitud impulsiva de llevar siempre la contraria. Llevar normalmente la contraria es signo de que algo anda mal en la relación mutua. Hay parejas que discuten a diario, no importa el tema, siempre uno lleva la contraria. Eso puede llevar al otro al silencio y no decir lo que piensa, guardando resentimientos interiores. ¡Qué hermosa es la comunicación no verbal positiva: sonrisa, contacto corporal, darle las manos, brazos abiertos, mirada dulce, voz cariñosa y suave! ¡Cuánto daño hace la comunicación no verbal negativa como: ceño fruncido, risa cínica, llanto, enfado, brazos cruzados, tensión en manos, no mirar a los ojos, mirada dura, tono de voz elevado, o  gritar!

Ahora bien, en el diálogo hay que saber decirse las cosas, hasta las más íntimas para aclararlas o para pedir al otro que mejore su comportamiento. Sin embargo, no hay que decir secretos que sólo deben decirse al confesor. Uno no está obligado a decir que ha cometido adulterio, pues eso no arreglará nada y puede empeorar todo. No hay derecho a exigir al otro que responda a todas las preguntas, buscando que le diga sus pecados.

Cuando uno de los dos es muy celoso, hay que pedirle que sepa confiar; porque, de otro modo, lo va a aburrir            con tantas preguntas y lo va a ahogar con tantos controles. No se puede vivir con una persona que controla hasta los más mínimos detalles y que observa hasta la ropa a ver si descubre algún indicio de infidelidad. Normalmente, las personas celosas son muy inseguras y tienen miedo de que su pareja los engañe. En ese caso, debe comprender su enfermedad y pedir a Dios más confianza. De otro modo, la convivencia puede resultar muy difícil o casi imposible.

Tampoco hay que tomar en el diálogo una actitud de indiferencia. No se puede decir: Ya te conozco, ya sé lo que me vas a decir. Es inútil hablar contigo. Con esa actitud nunca vamos a decir nada y, por tanto, las cosas seguirán eternamente igual o peor. Al menos, debemos orar mucho por el otro y, en algún momento en que esté en calma, podremos decirle lo que pensamos o buscar a alguien que se lo pueda decir.

Evidentemente, no siempre hay que dialogar sobre asuntos conflictivos, se puede dialogar sobre cosas agradables, recordar momentos felices pasados juntos o decirle al otro cuánto lo amamos y admiramos, felicitándolo por las cosas buenas que vemos en él. A veces, se dice que no hay tiempo, pero la falta de tiempo para dialogar va creando una fosa entre la pareja. La incomunicación es una de las enfermedades peores del matrimonio que comienza desde el noviazgo. ¡Qué triste es vivir en la misma casa y no poder decirle al otro lo que nos molesta de él! ¡Y no poder hablarle de las cosas íntimas e importantes!


Una solución para dialogar sería irse los dos solos un día al campo para hablar lejos de todo y de todo. Lo importante es tener tiempo y poder dejar hablar al otro hasta que diga todo lo que piensa sin interrupciones. No hay que imponerse por la fuerza de los gritos. Hay que escuchar atentamente y ver hasta dónde el otro puede tener razón. Si las cosas no se arreglan con el diálogo mutuo, sería necesario acudir a una persona neutral, como un sacerdote de confianza, a quien deben decir cada uno sus puntos de vistas para que él pueda dar consejos a cada uno de acuerdo a su criterio. De esta manera, pueden aclararse muchas cosas y recibir buenos consejos.

            A veces, ninguno de los dos quiere ceder, porque cada uno cree que tiene razón. Ahora bien, el cambiar actitudes y costumbres bien arraigadas no es fácil. Por eso, siempre es bueno tener momentos de oración unidos, porque para Dios no hay nada imposible. Él puede solucionar lo que parecía un sueño imposible.

Veamos algunos consejos prácticos para tenerlos en cuenta durante el diálogo:
  1. Escucha al otro todo lo que te quiere decir. No digas: estoy cansado o estoy muy ocupado. Busca siempre tiempo para escuchar y dialogar con tu pareja.
  2. Recuerda el día de su cumpleaños y aniversarios importantes para felicitarlo(a). Y siempre que haga algo digno de mención, aplaude y felicita, porque necesita sentirse valorado(a) para ser feliz.
  3. Nunca llames por apodos o palabras de desprecio como: Oye, vieja, gorda, pelado, chaparro, idiota… Dile su nombre con cariño.
  4. Nunca mientas, di siempre la verdad y cumple tu palabra. Nunca prometas algo sin cumplirlo. Sé hombre de palabra. Y ella que sea una mujer transparente, que nunca finja o exagere para conseguir sus propósitos. Ni que haga chantajes: Si no me das tal cosa, tampoco yo te daré la otra. Los chantajes  no pueden fomentar el amor, sino todo lo contrario. Hay que ser sinceros y transparentes, diciendo siempre la verdad.
  5. Hay que cuidar el comportamiento y medir las palabras; pues, muchas veces, puede uno quedar avergonzado por el comportamiento arrogante, soberbio, criticón o abusivo del otro; especialmente en público. Nunca dar malos ejemplos con vicios o borracheras. Hay que mantener el equilibrio y la dignidad en todo momento y saber comportarse de manera ejemplar, sin responder con insultos a las ofensas de los demás.
  6. La familia de cada uno es la familia del otro. Hay que llevarse bien y amarlos de verdad. Sus errores o desprecios hay que saber perdonarlos, pues guardar rencor es algo que le hace daño a uno mismo. Además, el no hablarse con otros miembros de la familia nos empobrece y nos hace daño.
  7. Piensa siempre en cómo hacer feliz al otro. No importa si se lo merece o no. Hay que intentar siempre hacerlo feliz. Hay que dar sin condiciones, hay que amar a todas horas y hay que buscar siempre el bien y la felicidad del otro.
  8. Cuando se dialoga, hay que evitar sacar los trapos sucios de tiempos pasados. Hay que concretarse al problema que se esta tratando. De otro modo, la discusión se extiende a otros puntos y todo acabará en amargura y resentimiento mutuo.
Claro esta que además de estos elementos cada pareja tiene circunstancias concretas y únicas, sin embargo debemos tomar en cuenta siempre las lineas generales que pueden iluminar nuestra vida. Nadie en este mundo puede concebirse realizado sin tomar en cuenta el proyecto de Dios en su vida que inevitablemente de manera directa o indirecta tiene implicaciones en la vida de los demás, que en el caso de la vida de pareja siempre se ha de pensar en el otro (a) que es con quien se inicia el camino para llegar a la plenitud de la presencia de Dios.

Por lo tanto es importante que dejemos de lado aquellas cosas que nos obstaculizan la vida de pareja y concentrarnos en las cosas que nos llevan a tener una vida mas completa, pues en muchas ocasiones estamos tan al pendiente de nuestros defectos que nos olvidamos de que somos personas virtuosas y que por el tener un novio o novia somos dueños de la persona y las realidades que viven, este tipo de pensamientos por lo general conducen simplemente a un camino de aislamiento y soledad, pues poco a poco se van haciendo relaciones cada vez mas monótonas y en un futuro tienen como fin la separación de la pareja.

A pesar de estas situaciones nadie debe desmotivarse en una relación del noviazgo que pueda de momento sufrir, sino esta cuestión debe ser un aliciente para luchar por una mejor relación en la vida diaria y complementarse con la esperanza sierta de que:

“No hay amor más grande que dar la vida por los amigos”
Jn. 19, 17-22



2 comentarios:

  1. queee padree tema esta hermoso y tienes mucha razón con todo lo que ahi comentas me da gustoo qe hayas puesto este tema, aveces creemos que todo lo hacemos bien y no nos damos cuenta de que podemos estar mal y no tomamos en cuenta algunos puntos de los que tu mencionas y principalmente a dios en nustras vidas. muchas felicidades por tu blog esta muy bien :) y espero poder seguir la pendiente de cada uno de los temas gracias por compartirlos....

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  2. myu bein Mraoi, ecselente trabajo,
    algunas observaciones, checa tu correo por fa.

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