jueves, 29 de marzo de 2012

Hacia una fidelidad eterna.


                        
          
         En esta ocasión, se ha dado la oportunidad de presentar brevemente algunos elementos referentes a la fidelidad eterna y a la posibilidad de obtener un nuevo centro de gravedad del amor, dependiendo del cómo percibimos cada uno nuestra realidad, en este caso el P. Azpitarte, nos presenta elementos muy importantes para reflexionar y meditar, por ello, creo necesario prestar atención a este articulo que nos ayudara a ver de manera diferente el sentido de la fidelidad.
  
            El amor supone una estabilidad y permanencia, algo muy próximo a  lo que llamamos perpetuidad, pues si las cualidades psíquicas o físicas son factibles de cambio, el ser de la persona, lo que constituye su meollo más auténtico, es algo que permanece por encima de todas sus mutaciones. La historia de cada uno lleva consigo un proceso constante de evolución en el que, lo mismo que adquirimos nuevas realidades, estamos sometidos ala pérdida de otros muchas. Si amo a la persona, la seguiré queriendo a pesar de sus cambios superficiales, porque la razón de la entrega radica precisamente en algo que no pasa ni podrá desaparecer.

            En este sentido, el amor va más allá de la muerte, cuando el cuerpo ha desaparecido y sólo queda la presencia intocable del recuerdo. En contra de lo que pudiera parecer, la misma existencia ocupa un plano secundario, no porque el afecto no busque una encarnación visible y cercana, que repercute en la propia sensibilidad, sino porque el motivo que lo alimenta se ha hecho independiente hasta de su vida e inmediatez. Existe, como un aire misterioso que se respira, sin necesidad de que el amado se halle presente.

Características del amor conyugal: un nuevo centro de gravedad

            El amor conyugal tiene todavía otros rasgos que lo especifican y distinguen. Diríamos, de forma sintética, que adquiere un carácter exclusivo y totalizante. Así como la amistad puede repartirse entre varios, la conyugalidad no brota mientras el tú no se convierta en alguien único e insustituible. Es la experiencia afectiva más profunda que se pueda sentir: en el mundo no hay nadie con tanto relieve y significado como esa persona singular. Desde ahora en adelante existe un nuevo centro de gravedad, que representa la ilusión más bella en el áspero camino de la vida. Se ha vivenciado de pronto que la felicidad no tiene otra meta que el servicio, la entrega y la donación total al ser amado.

            Esto provoca en el otro un cierto narcisismo, porque le hace sentirse cargado de un valor impresionante. Ser amado así significa conocerse, a pesar de la propia pobreza y limitación, como una persona tan grandiosa que no admite ninguna rivalidad. Es el gozo de saber que para el otro no existe nadie tan valioso como el propio yo. Pero si hay un amor recíproco, la gratificación se acepta no para recrearse solitariamente en ella, sino porque se ha comprendido que en esa inmensa alegría ha puesto el amante su misma felicidad. La respuesta mejor es hacerle comprender y sentir que ha conseguido su mayor ilusión: la plena felicidad del amado. A estas alturas, si la infidelidad produce un amargo dolor, no es tanto por el hecho de haberlo perdido, es más bien la tristeza de haber constatado la propia incapacidad de hacerlo feliz.

            La más grave dificultad contra lo afirmado hasta ahora sería considerarlo como demasiado utópico e ingenuo. En cualquier caso, cuando observamos las formas de amor ordinario, tal y como hoy se manifiestan en la mayor parte de nuestra sociedad, es cierto que no encontramos mucho parecido con el esquema anterior. Algunos creen, incluso, que se trata de un intento imposible. Tal vez con esto se pretenda hallar una justificación a la propia debilidad, pero de lo que no cabe duda, como la experiencia también lo señala, es que la aspiración hacia esa meta constituye una posibilidad al alcance de las personas. Es un impulso para no permanecer dormidos en la propia limitación, para que, aunque hayamos desviado la mirada, no quedemos satisfechos en el fracaso.

            Si parto de este presupuesto, es para que se comprendan mejor las inevitables crisis matrimoniales. Supongo que nadie se casa con la ilusión de separarse al poco tiempo. Incluso los que no excluyen la posibilidad de una ruptura posterior, preferirían que el itinerario que comienzan juntos pudieran concluirlo también con las manos entrelazadas.


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