viernes, 30 de marzo de 2012

La crisis de la fidelidad


         En esta ocasión compartiré con ustedes uno de los elementos importantes para nuestra vida de pareja que nos puede llevar a ir solidificando, para llegar a una vida duradera si la sabemos establecer de buena forma, el S.J. Eduardo López Azpitarte nos da los elementos necesarios para esta reflexión.

   Hay un primer aspecto que reviste especial importancia. No creo exagerado decir que, en el mercado de nuestros valores culturales, la fidelidad no es de los que se encuentran más cotizados. Las mismas estructuras sociales, que gozaban de una gran estabilidad y favorecían los compromisos definitivos, experimentan una menor credibilidad y firmeza. Más que mantener el orden establecido o el respeto por lo tradicional, se busca lo diferente, lo nuevo, lo inédito. El cambio y la evolución son mucho más apreciados que la estabilidad y permanencia. Un signo de juventud que se resiste a la nostalgia de la vejez por el pasado; La misma economía fomenta el consumismo constante. Las cosas se hacen para que duren poco tiempo y haya que cambiarlas por las nuevas ofertas mejoradas.

            El mismo reconocimiento de nuestro mundo inconsciente despierta en muchos la
sospecha que evita una cierta seguridad para enfrentarse con el futuro. ¿Quién está cierto de las razones por las que se ha comprometido? Y aun en la hipótesis de que fueran auténticas, ¿no sería un orgullo demasiado presuntuoso querer abarcar el tiempo, como si en el ahora ya se pudiera dominar lo que todavía resulta desconocido? La experiencia demuestra cómo muchas ilusiones se resquebrajan cuando la realidad desconocida descubre la falsedad en que se apoyaban. De ahí que hoy se levanten una serie de críticas que van creando un ambiente distinto al de épocas anteriores para muchos la ruptura de un compromiso ya no constituye un abandono o una traición condenable; al contrario, aparece más bien como un gesto de valentía y coraje para romper con todo lo de antes, que ahora se vive como una carga pesada e impuesta; un acto profundo de sinceridad para vivir de acuerdo con las exigencias actuales, al margen de lo que se había prometido en otras circunstancias diferentes; una opción, en último término, por la libertad, que impulsa a superar cualquier tipo de esclavitud, de pasivismo, de inercia, de vulgaridad.

            La persona libre no se deja encadenar por el pasado, como si no quedara otra salida que la resignación fatalista a lo que pudo ser fruto del error, de la ingenuidad, o de una ilusión demasiado exagerada. Como tampoco debe cerrar el futuro a sus múltiples posibilidades inéditas y desconocidas, eliminando para siempre otros caminos de realización, que se presentarán, tal vez, como mejores. Lo único importante sería la fidelidad al momento presente para vivirlo con todo su realismo y plenitud. Cualquier otro compromiso revestirá un carácter alienante, pues estaría motivado por intereses ocultos: narcisismo, miedo a la libertad o sentimientos de culpa.

            A pesar de todo, conviene levantar la voz en defensa de la fidelidad. Las grandes decisiones de la vida nunca jamás se hacen con la pura razón. Queda siempre un margen que sólo es posible superarlo con la fuerza del afecto. No se trata, desde luego, de opciones irracionales, pero tampoco se tomarían si no estuviesen en el fondo las ilusiones del corazón, por aquello de que él también tiene razones, que la cabeza no comprende. Es la conciencia de una vocación personal, que se intuye y seduce como la mejor manera de realizar la propia existencia.




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jueves, 29 de marzo de 2012

Hacia una fidelidad eterna.


                        
          
         En esta ocasión, se ha dado la oportunidad de presentar brevemente algunos elementos referentes a la fidelidad eterna y a la posibilidad de obtener un nuevo centro de gravedad del amor, dependiendo del cómo percibimos cada uno nuestra realidad, en este caso el P. Azpitarte, nos presenta elementos muy importantes para reflexionar y meditar, por ello, creo necesario prestar atención a este articulo que nos ayudara a ver de manera diferente el sentido de la fidelidad.
  
            El amor supone una estabilidad y permanencia, algo muy próximo a  lo que llamamos perpetuidad, pues si las cualidades psíquicas o físicas son factibles de cambio, el ser de la persona, lo que constituye su meollo más auténtico, es algo que permanece por encima de todas sus mutaciones. La historia de cada uno lleva consigo un proceso constante de evolución en el que, lo mismo que adquirimos nuevas realidades, estamos sometidos ala pérdida de otros muchas. Si amo a la persona, la seguiré queriendo a pesar de sus cambios superficiales, porque la razón de la entrega radica precisamente en algo que no pasa ni podrá desaparecer.

            En este sentido, el amor va más allá de la muerte, cuando el cuerpo ha desaparecido y sólo queda la presencia intocable del recuerdo. En contra de lo que pudiera parecer, la misma existencia ocupa un plano secundario, no porque el afecto no busque una encarnación visible y cercana, que repercute en la propia sensibilidad, sino porque el motivo que lo alimenta se ha hecho independiente hasta de su vida e inmediatez. Existe, como un aire misterioso que se respira, sin necesidad de que el amado se halle presente.

Características del amor conyugal: un nuevo centro de gravedad

            El amor conyugal tiene todavía otros rasgos que lo especifican y distinguen. Diríamos, de forma sintética, que adquiere un carácter exclusivo y totalizante. Así como la amistad puede repartirse entre varios, la conyugalidad no brota mientras el tú no se convierta en alguien único e insustituible. Es la experiencia afectiva más profunda que se pueda sentir: en el mundo no hay nadie con tanto relieve y significado como esa persona singular. Desde ahora en adelante existe un nuevo centro de gravedad, que representa la ilusión más bella en el áspero camino de la vida. Se ha vivenciado de pronto que la felicidad no tiene otra meta que el servicio, la entrega y la donación total al ser amado.

            Esto provoca en el otro un cierto narcisismo, porque le hace sentirse cargado de un valor impresionante. Ser amado así significa conocerse, a pesar de la propia pobreza y limitación, como una persona tan grandiosa que no admite ninguna rivalidad. Es el gozo de saber que para el otro no existe nadie tan valioso como el propio yo. Pero si hay un amor recíproco, la gratificación se acepta no para recrearse solitariamente en ella, sino porque se ha comprendido que en esa inmensa alegría ha puesto el amante su misma felicidad. La respuesta mejor es hacerle comprender y sentir que ha conseguido su mayor ilusión: la plena felicidad del amado. A estas alturas, si la infidelidad produce un amargo dolor, no es tanto por el hecho de haberlo perdido, es más bien la tristeza de haber constatado la propia incapacidad de hacerlo feliz.

            La más grave dificultad contra lo afirmado hasta ahora sería considerarlo como demasiado utópico e ingenuo. En cualquier caso, cuando observamos las formas de amor ordinario, tal y como hoy se manifiestan en la mayor parte de nuestra sociedad, es cierto que no encontramos mucho parecido con el esquema anterior. Algunos creen, incluso, que se trata de un intento imposible. Tal vez con esto se pretenda hallar una justificación a la propia debilidad, pero de lo que no cabe duda, como la experiencia también lo señala, es que la aspiración hacia esa meta constituye una posibilidad al alcance de las personas. Es un impulso para no permanecer dormidos en la propia limitación, para que, aunque hayamos desviado la mirada, no quedemos satisfechos en el fracaso.

            Si parto de este presupuesto, es para que se comprendan mejor las inevitables crisis matrimoniales. Supongo que nadie se casa con la ilusión de separarse al poco tiempo. Incluso los que no excluyen la posibilidad de una ruptura posterior, preferirían que el itinerario que comienzan juntos pudieran concluirlo también con las manos entrelazadas.


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miércoles, 28 de marzo de 2012

Dimensión universal: Apertura hacia los otros.


            En esta ocasión comenzaré por abordar elementos importantes en la vida personal dentro de la dimensión de la pareja, es importante considerar que el  S.J. Eduardo LópezAzpitarte,  nos pone de frente con nuestra dimensión universal, sin la cual no conoceríamos la verdadera experiencia del amar, por ello creo que debemos de poner mucha atención en cada una de las palabras, que cuestionen nuestra existencia y nos lleven a mejorar nuestra vida de amor con y para los demás.  


            La auténtica experiencia amorosa tiene siempre una dimensión universal, con  destino a todos las personas. No se podría amar y entregarse a más de uno si el cariño fuese una simple cosa que, cuando se reparte, supusiera una pérdida imposible de recuperar .Llegaría entonces un momento en que no habría nada que ofrecer, pues todo se habría entregado. El cariño ha de medirse con otras matemáticas diferentes. El hecho de darlo nunca resta ni empobrece pues, como dice un poeta: «Moneda que está en la mano/quizá se pueda guardar;/la monedita del alma/ se pierde si no se da» .


            Es cierto que amar de verdad se reduce siempre aun grupo reducido. Si nuestra afectividad se sintiera comprometida con el dolor y las tragedias de todo el mundo, no habría corazón que resistiera con vida. Quiero decir que, cuando alguna vez se ha experimentado la gracia de la amistad, a través de un individuo concreto, semejante experiencia descubre ineludiblemente el valor de la persona. A partir de ese momento, todas las demás adquieren un relieve extraordinario. El amor se convierte entonces en una fuente inagotable de riqueza abierta a todos los seres humanos. Él vislumbra mejor que nada lo que hay oculto en su interior y los valores inéditos que posee. Esto no significa que todos sean queridos con la misma intensidad. Las resonancias afectivas nunca serán idénticas, pues se hace imposible sentir hacia ellos la misma fuerza sentimental. Por otra parte, el amor tiene matices muy diferentes, según la persona hacia la que vaya dirigido. No es lo mismo el cariño de los padres, de los amigos o el de los esposos . Cada uno conserva sus características peculiares, aunque todos coinciden en una base común: se trata de una relación que ha iluminado, como antes decíamos, el valor de lo que significa ser persona. Alguien que vale por sí mismo y que supera la categoría de lo útil y de lo práctico.


            Por eso, el que haya aprendido a querer una vez, está ya preparado para relacionarse con los demás, incluso con el extraño y desconocido, con una tonalidad de espíritu diferente. Ya sabe el respeto impresionante que toda persona se merece. Aunque no llegase a un nivel de trato mayor, existe ya una capacidad embrionaria que posibilitaría el desarrollo posterior de una relación afectiva. Si esta actitud de fondo no se encuentra ante el otro, podría ponerse en duda la autenticidad de lo que llamamos cariño. Y es que cuando las fronteras se cierran hacia fuera, para instalarse en el gozo intimista y sin ninguna apertura hacia los demás, es muy probable que semejante experiencia no haya superado aún los primeros estadios de inmadurez egoísta.



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martes, 27 de marzo de 2012

Totalidad de la entrega


En esta ocasión continuando con el tema de la experiencia amorosa, del S.J. Eduardo López Azpitarte, abordamos la cuestión de la totalidad de la entrega, donde se plantea los elementos necesarios para ir creciendo en la entrega que vamos haciendo en nuestros diversos procesos de la relación.

            De igual modo, su respuesta exige una entrega total. La donación de aquello que tengo sería demasiado insignificante si no simbolizara la entrega de algo mucho más profundo. Si para querer a los demás bastara desprenderse de ciertas cosas, pero reservándose el corazón, el cariño se transformaría en una máscara farisaica, en un gesto de disimulo. Cuando san Pablo dice que cualquier acción, por extraordinaria que fuese -mover los montes, repartir la hacienda a los pobres o disfrutar de algún carisma-, no sirve para nada sin amor o es como una campana ruidosa o unos platillos estridentes (1 Cor 13,1- 3 ), no afirma sólo una verdad religiosa, sino que subraya un presupuesto humano anterior: la exigencia de una interioridad para valorar los gestos y expresiones externas. La lucha contra este vacío en el culto litúrgico y en la praxis moral ha sido constante en la revelación, pues la vida religiosa y ética, sin la entrega interior, es un puro formulismo mentiroso y un engaño tan sutil, que deja incluso la satisfacción de una
conciencia tranquila.

            Igualmente en el amor. Si porque se ha dado algo pudiéramos quedar tranquilos,  como tantas veces sucede, es por no haber comprendido todavía que el único regalo significativo tiene que nacer del corazón, que se abre y se despliega en las múltiples pequeñeces de los gestos diarios. Amar es la comunión de dos personas que mutuamente se han ofrecido como regalo su yo más íntimo y profundo. De aquí se siguen algunas consecuencias importantes.

            La primera sin duda es la totalidad de la entrega. Todo !o que se tiene es posible repartirlo entre varios por tratarse de valores divisibles. El dinero, el tiempo, la atención o cualquier otra cosa se pueden distribuir de tal manera que sea posible reservar una parte para las propias necesidades o para las de otros individuos. Jugamos con cantidades que exigen una división para su reparto. Es más, la entrega de algo puede encubrir la negación del don personal. Pero cuando se ofrenda a través de un gesto amoroso el yo único e irrepetible, no hay más remedio que entregarlo en su totalidad. Poner límites es un síntoma de que sólo se entrega  a aquello que se tiene, la que se puede regalar sin necesidad de donarse. Dicho con otras palabras, la dinámica del amor es totalizante. Quien guarda una zona acotada, que no está dispuesto a ofrecer nunca, es porque nunca llegó a querer de verdad. La reserva es un límite fronterizo que el amor jamás construye. Rico no es, por tanto, el que tiene mucho, sino el que está capacitado para donarse. De ahí que la pobreza, a veces, de pueblos y familias los capacite para una generosidad y altruismo mayor, pues como no tienen nada que ofrecer, sólo cabe la propia entrega.


         
        Habría que sospechar, no obstante, de ciertos altruismos aparentes que no permiten ser sujetos pasivos de un favor por parte de los demás, como si fuera un gesto indigno y egoísta que se opone a esta actitud anteriormente descrita. No hay que olvidar, sin embargo, que aceptar el don ofrecido por los otros es una de las formas más bellas y profundas de vivir la oblatividad. El que da se encuentra siempre situado en un nivel superior, pues posee algo de lo que los demás no gozan. Mientras que el que recibe, por el contrario, reconoce con ese hecho su indigencia y pobreza. Pero si se abre a ese  regalo que le ofrecen y lo acepta, no es tanto porque lo necesite, sino porque goza con la felicidad del prójimo que siente la alegría de prestar una ayuda o de satisfacer cualquier otra necesidad.


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lunes, 26 de marzo de 2012

Renuncia a la plenitud infantil


En esta ocasión continuando con el temade la experiencia amorosa, del S.J. Eduardo López Azpitarte, abordamos la cuestiónde la renuncia a la plenitud infantil, para que, entendiendo en conciencia lapersona del otro, podamos ir progresando en nuestra vida de relación yplenificacion.

            Estepaso de la necesidad al deseo no es posible sin una dosis de conflicto yfrustración, que hacen tomar conciencia de que el otro, con su diferencia yautonomía, no es un valor utilitario, un cobijo para la soledad o un remediocontra las dificultades, sino alguien que vale la pena quererlo por sí mismo.Los místicos han descrito mejor que nadie la etapa de silencio y purificaciónque se pasa, en ese itinerario hacia Dios como en el camino del amor humano,antes del encuentro más profundo. No es posible gozar de su consuelo hasta queno se haya aceptado el desierto y la soledad, para que no se le busque por losdones que otorga, sino porque lo único importante es Él. Entonces es cuando elcariño también calma, serena y tonifica. La purificación no elimina el gozo yla alegría posterior, sólo posibilita vivirlos ahora de una manera distinta.

            La experiencia amorosa parececonducir a una fusión progresiva, como si se pudieran romper las fronteras dela alteridad. El amor nunca come, ni siquiera a besos, como a veces se afirma,pues lo primero que exige es respetar la diferencia que no se elimina por elencuentro. El texto bíblico de que «se hacen una sola carne» (Gén 2,24) indicaciertamente una comunión singular, pero sin negar la duplicidad de esta relación.Cualquier búsqueda afectiva que pretenda una simbiosis absoluta es producto deun deseo infantil, de una omnipotencia ingenua que no se reconcilia con lafinitud y pequeñez de nuestra existencia. Ya sé que precisamente por estamenesterosidad e indigencia nunca se llegará a una oblatividad absoluta, puessiempre quedarán espacios donde las raíces egoístas asoman de nuevo, ya quetampoco desaparecen para siempre.

            Los psicólogos hablan del mito delparaíso perdido, enraizado en lo más profundo del psiquismo humano. Todossueñan con recuperar de nuevo un estadio en donde desaparezcan los problemas yconflictos de la existencia, como una vuelta a los tiempos primitivos del senomaterno. Nadie se resigna a pactar con el realismo doloroso y molesto de la vida,latiendo siente por dentro la nostalgia de algo mejor que lo que ahora setiene. Y algo parecido acontece con el amor. Con una ingenuidad infantil sesueña que la experiencia afectiva será una especie de nido caliente que abriguey proteja contra el frío, que cicatrice las heridas frecuentes, que respondasiempre a nuestras necesidades, que llene los vacíos más profundos, que seacapaz, en una palabra, de colmar la añoranza de una felicidad sin límites . Elamor tiene también sus inevitables fronteras que son, incluso, necesarias parasu autenticidad y con las que no hay más remedio que reconciliarse. Meatrevería a decir que, hasta por su propia naturaleza, deja siempre una pequeñacarencia, pues el respeto ala alteridad y diferencia de la otra persona impideque busque servirme de ella como respuesta satisfactoria a cualquier tipo demenesterosidad. Quedará siempre un resto sin llenar plenamente que mantiene aldeseo insatisfecho, como una promesa que nunca acaba de llegar . La aceptaciónde ese margen insatisfactorio será señal de que se la quiere y de que no se lautiliza.

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domingo, 25 de marzo de 2012

La necesidad de una purificación progresiva


Un apartado mas sobre el tema de la experienciaamorosa, del S.J. Eduardo López Azpitarte, es el referente a la necesidad deuna purificación, en él encontraremos, una descripción de el amor y susefectos, pero también de cómo ir restaurándolo cuando se ha visto afectado dealguna manera.

Lo primero que deberíamos recordar, portanto, es la impureza del amor en sus comienzos. El ser humano nace en unestado de orfandad impresionante, incapaz de valerse por sí mismo para cubrirsus necesidades biológicas y afectivas. Debe sentirse acogido, no sufrir elrechazo de los que le rodean, experimentar el calor y la presencia de un cariñoque haga de su existencia un lugar confortable. La psicología moderna hainsistido mucho en que esta alimentación psíquica y afectiva es mucho másimportante que la meramente biológica. Spitz llama hospitalismo a esa depresióntriste y melancólica que se observa con tanta frecuencia en los internados dehuérfanos, a los que les ha faltado el calor y el clima del hogar  Si el niño comienza a querer a los que lecuidan es únicamente por la gratificación que le producen y por la utilidad quetales personas le comportan. Amar equivale a ser amado.

Los mecanismos de esta primeraexperiencia actúan después con posterioridad. Lo único que sucede es que, amedida que somos mayores, se aprende mucho mejor a encubrir el egoísmo  radical e ingenuo de los pequeños. Es elequívoco tan corriente de que el hecho de amar se confunda con la experienciade sentirse querido, de encontrar en el otro algo que interesa, sirve, llena ogratifica. Hay que reconocer, pues, que el cariño tiene siempre su origen enuna necesidad y carencia. Se empieza a amar para llenar un vacío; se quiereporque hay urgencia de ayuda y protección; se busca el encuentro para colmar lapropia soledad, hasta el punto de que algunos afirman que el enamoramiento essiempre consecuencia de una insatisfacción interior, de una penuria afectivaque se quiere superar, pues nadie se enamora si está satisfecho consigo mismo yseguro de su propio valer.

            Una visión demasiado pesimista y queno compartimos, pero con una base de verdad y realismo. Durante la infancia,cuando no se ha recibido la alimentación afectiva necesaria para satisfacer lascarencias primeras, o se dio con una sobreabundancia que no dejó casi espaciopara las saludables frustraciones, el hambre insatisfecha buscará saciar conlos otros la anemia psicológica o se le hará insoportable cualquier limitaciónposterior. En ambos casos, la relación amorosa se dificulta por lasexperiencias tenidas con anterioridad.
            En este contexto, la persona correpeligro de quedar instrumentalizada en función de las necesidades, de quererlaen tanto en cuanto sirva de provecho, de buscarla por todo lo que ella ofrece,aunque ese egoísmo natural e innato en el corazón de las personas se encubra ydisimule de múltiples maneras. Para estos casos empleamos una palabra mentirosaque oculta otra realidad. A una actitud como ésta, aunque tenga gamas muydiferentes, lo único que le queda de cariño es el nombre con que la designamos.

            Poreso, aunque parezca extraño y contradictorio, un test espléndido para medir laprofundidad y limpieza del cariño es analizar la actitud de despojo frente a lapersona o realidad que se ama. Nunca es posible querer de verdad mientras no seesté dispuesto a prescindir interiormente de ese amor, como signo de que elotro ya no es término de una necesidad, sino sujeto de un deseo. El que quiereporque no puede vivir sin esa experiencia, hará del amado un objeto quegratifica, un alimento que colma y satisface, un alivio que serena y gratifica,pero sin quedar seducido por la dignidad y el atractivo de su persona. Es unatraducción psicológica del radicalismo evangélico por el que sólo se ganacuando se está dispuesto a perder: «El que ama su vida, la pierde» (Jn 12,25).


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sábado, 24 de marzo de 2012

La experiencia amorosa: ambigüedades ocultas



Continuando con la reflexión de  Eduardo López Azpitarte S.J, presentare ahora la segunda parte, referente a la experiencia amorosa, donde se  muestra como, nuestras experiencias personales se fortalecen o se debilitan dependiendo de nuestra manera de concebir el amor.    

El Amor, hijo de ambos (Ares y Afrodita), hereda las cualidades contradictorias de sus padres. En él se armonizan una serie de aspectos antagónicos que indican su origen y manifiestan su verdadera naturaleza. Se le representa como aun niño, necesitado de protección y ayuda constante, imagen de la debilidad, símbolo de una dependencia absoluta, vacío de poder e indigente, incapaz de valerse por sí solo sin la colaboración de los demás; pero, al mismo tiempo, está dotado también de una capacidad y fuerza extraordinaria, con su arco y sus flechas se dispone a triunfar en las más difíciles tareas, sabiendo que nadie podrá escaparse a su influjo halagador.

Se muestra pequeño, pero camina por la vida solitario, buscando a quién poder subyugar. Es la energía misteriosa que asegura la perpetuidad de la vida y doblega a las voluntades más firmes. Pide protección, pero ayuda también a quién se encuentra necesitad. Una naturaleza, por tanto, compleja y contradictoria: fuerza y debilidad, plenitud y vacío, dinamismo y receptividad, liberación y dependencia, constancia y fugacidad, entrega salvadora y egoísmo interesado, causa de ideales y motivo de frustraciones, dispuesto a las mayores heroicidades y vencido por múltiples esclavitudes. Por amor se toman las grandes decisiones y se realizan también las mayores insensateces.

          
           Es la ambigüedad que todos sentimos en nuestras propias experiencias personales. Estimula, impulsa, alienta, oxigena, pero también hunde, destroza, amarga y entristece. De ahí que, bajo un mismo nombre ya la sombra de un término tan positivo, puedan encontrarse actitudes y vivencias muy diferentes. Si cada uno escribiera sus experiencias afectivas, tal vez resultaría difícil que el amor, como protagonista, representara siempre los mismos papeles. Hasta el lenguaje que utilizara no sería tampoco inteligible para todos los lectores. El cariño posee registros musicales que no siempre se integran en una armonía.



viernes, 23 de marzo de 2012

La experiencia amorosa: ambigüedades ocultas



             En esta ocasión comenzaré hacer una serie de entradas sobre la experiencia  amorosa en general, este documento corresponde al sacerdote  jesuita Eduardo López Azpitarte,  profesor emérito de Moral y bioética en la Facultad de Teología de Granada. Entres sus obras más importantes se encuentra Sexualidad y matrimonio, hoy; Fundamentación de la ética cristiana; y Moral del amor y de la sexualidad. Con la Universidad Iberoamericana ha publicado, entre otros títulos, Pastoral de la ética cristiana, por ello considero importante el presente articulo, el cual si logramos seguir su lectura atenta puede arrojarnos muy buenas luces para nuestro crecimiento personal.

            Toda experiencia afectiva, y también el amor conyugal, es mucho más intrincada de lo que, a veces, se piensa, ya que encierra otros muchos elementos ocultos, por debajo de los sentimientos que se experimentan. Camuflada bajo capa de amor estamos asistiendo a una serie de atropellos impresionantes y de conductas mentirosas. Y es que una de las asignaturas más difíciles de  aprender y de vivir sigue siendo el arte de amar . La imagen del amor que se dibuja en nuestra sociedad es muchas veces una auténtica caricatura, un producto falsificado de su verdadero rostro.

            En todos los idiomas modernos hacer el amor ha venido a significar desgraciadamente cualquier tipo de relación sexual, como si fuera la única forma de querer a una persona, o el simple hecho de tenerla manifestara la autenticidad del cariño. Vale la pena, por tanto, reflexionar primero sobre lo que significa amar a una persona.

            La mitología griega nos aporta una primera constatación interesante. Los mitos son historias fabulosas, pero que se fundamentan en la misma realidad que pretenden explicar. Aunque los autores antiguos no ofrezcan siempre la misma genealogía, muchos consideran a Eros, el dios del amor, como fruto de la unión de Ares y Afrodita . Su padre es el dios guerrero por excelencia, el símbolo de la fuerza y del poder, capaz de vencer todas las dificultades y destruir a sus enemigos. Revestido de armadura y cubierta su cabeza con un casco, destruye los carros, deshace murallas, supera cualquier desgracia o infortunio. Jamás sentirá miedo frente a ninguna aventura, pues la misma dificultad le hace crecerse y estar dispuesto a la lucha hasta derrotar a quien pretenda ser su adversario. Es el impresionante dios de la guerra, que se hace odioso y rival del propio Zeus. El único punto débil, del que se aprovechan sus competidores, reside en su ímpetu ciego e irracional, como si, en ocasiones, le faltara una dosis de paciencia y reflexión. Antes de esperar un poco para pensar serenamente, ya está preparado para embarcarse en cualquier hazaña.

            Su madre, sin embargo, surge de la espuma del mar, sin fuerza ni consistencia, como las olas que se deshacen en la arena. Lo único que posee es el arte de la conquista y de la seducción. Con su sonrisa calma los vientos y las tempestades, y de esta manera consigue lo que pretende hasta de sus mismos enemigos. No posee firmeza ni estabilidad, pero cuando alguien queda cautivado por su encanto, se vuelve dócil a todas sus insinuaciones. Lo que no puede conseguir por la fuerza lo alcanza por el corazón. Una mirada es suficiente para sentirse prisionero e incapaz de reaccionar.


Tu opinion en la Iglesia es una voz que resuena para Gloria de Dios.

jueves, 22 de marzo de 2012

Tu opinion en la Iglesia es una voz que resuena para Gloria de Dios.




         En esta ocasión dejo para ustedes las palabras que nuestro pastor ha dedicado para nosotros especialmente como comunidad e Iglesia que peregrine en nuestra diócesis, es importante que prestes atención a cada una de las cosas que él te dice, pues considero que son las directrices que debemos seguir, de acuerdo a la voluntad de Dios.

            Amablemente monseñor accedió a dedicar unas palabras para este espacio en su visita a nuestra casa de formación, el pasado 19 de marzo con motivo de la conmemoración de nuestro santo patrono San José, que sin duda alguno también es custodio e intercesor de las parejas, pues el supo ser ejemplo de padre y esposo. 


             Es necesario que no olvidemos lo que cada una de esas palabras significa en lo profundo de nuestro corazón, pues, Dios ha inscrito en cada uno de nosotros su amor, para que encontrándole vivamos plenamente felices sin condicionamiento alguno pero en la perfección a lado de otros a los cuales también estamos llamados a amar. Estamos llamados a gastarnos y desgastarnos por ser santos, mediante nuestras acciones, para así dar Gloria y Honor al nombre de nuestro Amado Creador.  

miércoles, 21 de marzo de 2012

Puntos de vista del noviazgo.


              En esta ocasión solo les dejare una opinión, titulada  el noviazgo católico desde Punto de vista por Alejandro Bermúdez(solo sigue este link) es muy interesante, pues nos da algunos elementos propios de la doctrina católica que pueden ser de gran ayuda para nuestros diferentes procesos de vida.

                No es demasiado largo pero si esta muy completa y nos ilustra el panorama de nuestra vida actual, piensa en cada elemento que desarrolla y compáralo con tu vida personal, veras como en ocasiones el camino que elegimos con las circunstancias no siempre son las correctas, pero siempre existe la oportunidad de enmendarlas con el animo y la esperanza de que tenemos un Dios providente y fiel a sus designios, que a a pesar de nuestras múltiples caídas siempre esta dispuesto a llevarnos de su mano por el camino de la plenitud.

martes, 20 de marzo de 2012

La duda.


           En esta ocasión, presentaré un elemento que puede oscurecer o ser un camino de crecimiento en nuestras relaciones con los demás, así como nuestra relación de pareja, esta es, la duda, pero siempre dependerá de nosotros. Para poder esclarecer correctamente nuestra visión de este estado, es necesario recurrir a la definición propiamente dicha, donde encontraremos una primera referencia para continuar nuestra línea de reflexión.

            La Real Academia de la Lengua Española la define como:
“Estado de indecisión o de falta de certeza” y “cosa que provoca dicho estado o lo implica”.

Esta definición a simple vista puede no ayudarnos mucho, sin embargo, si consideramos que la duda puede proyectarse en los campos de la decisión y la acción, o afectar únicamente a la creencia, a la fe o a la validez de un conocimiento, eso nos deja ver que este estado depende netamente de nosotros.

Ahora bien, cabe aquí preguntarse ¿Cómo puede afectarnos la duda en nuestras relaciones? Primeramente para dar respuesta a esta pregunta, considero que es necesario que sepamos identificar qué tipo de personalidad tenemos, pues si nosotros generalmente desconfiamos de las personas que nos rodean a causa de nuestra historia personal, es obvio que la duda sembrará en nosotros una serie de realidades aparentes de una misma situación, es decir, si dudamos de algo cuando pase un problema con alguien, nosotros en nuestra mente daremos una serie de respuestas y soluciones a la problemática, como si fuéramos la otra persona sin siquiera llegar a platicar con ella, generando en nosotros una predisposición para resolver el problema.

Además de lo anterior, consideremos también, que la duda puede afectarnos en nuestro noviazgo de una manera muy singular, es decir, depende de la visión que tengamos de la persona que amamos y de qué tan sana sea nuestra relación. Existen dentro del noviazgo algunas enfermedades que con ayuda de la duda pueden terminar relaciones y llevarnos a ser personas ensimismadas, entre ellas podemos destacar, la idealización de la persona que amamos, es decir, pensar que nuestro novio o novia, es el ser más perfecto del universo y que es incapaz de fallarnos o que el amor que siente por nosotros es el mayor que ha sentido en toda su vida, cuando en ocasiones descubrimos que no es así y caemos en un precipicio y nos sumergimos en la depresión total, que nos cuesta mucho tiempo superar.

Otra cuestión puede ser, la constante necesidad-dependencia que nos formamos por estar con nuestro novio o novia, que en muchas ocasiones podemos llevarla al extremo cuartando nuestra propia libertad, pero esta es de las situaciones más fáciles de mediar, teniendo una correcta manera de ver al amor de nuestra pareja, considerándolo como alguien que está cercano a nosotros para ser mutuamente felices, sin llegar a ser esenciales, pues se convertirán en parte de nosotros cuando establezcamos un vinculo matrimonial.


Por último quisiera invitarte a analizar la manera en que te relacionas con los demás, considerando tu relación con Dios, pues es a través de ella como podemos ver que Él nos ama tanto que nos deja siempre elegir el momento y la manera en que estaremos con Él, para recorrer el camino que nos conduce a nuestra felicidad, que sin duda alguna, es y será siempre Él. 

lunes, 19 de marzo de 2012





En esta ocasión compartiré una breve reflexión que me encontré en la red y que me agrado mucho, pues, va en la misma línea que anteriormente hemos estado manejando, espero que les guste y que puedas ir meditando a la luz de la fe, algunos elementos que te ayuden a crecer en tu vida personal y en tus relaciones.

En una de las salas de un colegio había varios niños. Uno de ellos preguntó: Maestra... ¿qué es el amor? La maestra sintió que la criatura merecía una respuesta que estuviese a la altura de la pregunta inteligente que había formulado. Como ya estaban en hora de recreo, pidió a sus alumnos que dieran una vuelta por el patio de la escuela y trajesen lo que más despertase en ellos el sentimiento del amor.

Los chicos salieron apresurados y, cuando volvieron, la maestra les dijo: Quiero que cada uno muestre lo que trajo consigo. El primer alumno respondió: Yo traje esta flor, ¿no es linda? Cuando llegó su turno, el segundo alumno dijo: Yo traje esta mariposa. Vea el colorido de sus alas; la voy a colocar en mi colección. El tercer alumno completó: Yo traje este pichón de pajarito que se cayó del nido, hermano: ¿no es gracioso? Y así los chicos, uno a uno, fueron colocando lo que habían recogido en el patio.

Terminada la exposición, la maestra notó que una de las niñas no había traído nada y que había permanecido quieta durante todo el tiempo. Se sentía avergonzada porque no había traído nada. La maestra se dirigió a ella y le preguntó: Muy bien: ¿y tú? ¿No has encontrado nada?

La criatura, tímidamente, respondió: Disculpe, maestra. Vi la flor y sentí su perfume; pensé en arrancarla pero preferí dejarla para que exhalase su aroma por más tiempo. Vi también la mariposa, suave, colorida, pero parecía tan feliz que no tuve el coraje de aprisionarla. Vi también el pichoncito caído entre las hojas, pero... al subir al árbol, noté la mirada triste de su madre y preferí devolverlo al nido. Por lo tanto, maestra, traigo conmigo el perfume de la flor, la sensación de libertad de la mariposa y la gratitud que observé en los ojos de la madre del pajarito. ¿Cómo puedo mostrar lo que traje? La maestra agradeció a la alumna y le dio la nota máxima, considerando que había sido la única que logró percibir que sólo podemos traer el amor en el corazón.

Sabes, el amor no es Tomar, Arrancar, Capturar, Forzar, Ganar o Perder. Amar es llevar en el alma, es Recordar, es Disfrutar, Amar es ser LIBRE Y DEJAR LIBRE. No te enamores del amor, enamórate de alguien que: te ame, que te espere, que te comprenda aún en la locura; de alguien que te ayude, que te guíe, que sea tu apoyo, tu esperanza, tu todo. Enamórate de alguien que no te traicione, que sea fiel, que sueñe contigo, que sólo piense en ti, en tu rostro, en tu delicadeza, en tu espíritu y no en tu cuerpo o en tus bienes. Enamórate de alguien que te espere hasta el final, de alguien que sea lo que tú no elijas, lo que no esperes. Enamórate de alguien que sufra contigo, que ría junto a ti, que seque tus lágrimas, que te abrigue cuando sea necesario, que se alegre con tus alegrías y que te dé fuerzas después de un fracaso. Enamórate de alguien que vuelva a ti después de las peleas, después del desencuentro, de alguien que camine junto a ti, que sea un buen compañero, que respete tus fantasías, tus ilusiones. Enamórate de alguien que te ame. No te enamores del amor, enamórate de alguien que este enamorado de ti.

domingo, 18 de marzo de 2012

Oración para los novios.


      
  En esta ocasión, creo necesario que, así como hemos ido observando los diferentes elementos y valores existentes del noviazgo, será básico no olvidarnos de la acción de Dios en nuestra vida.  Por ello creo que debemos dedicarle siempre unos minutos para entrar en dialogo Él y así fortalecer nuestra relación. Una de esas formas puede ser la siguiente:
Señor, Dios y Padre Nuestro:
Te pedimos que nuestro cariño sea puente que une;
que sea un impulso para participar más,
para ayudamos más el uno al otro;
para buscar juntos los caminos
de la verdad y del bien. .

Que juntos amemos más a nuestros semejantes,
empezando por quienes están más cerca
por los lazos de la sangre y del afecto.
Que juntos seamos más humildes y sinceros,
que reconozcamos nuestros aciertos y errores,
nuestras fuerzas y limitaciones.

Que juntos seamos más libres y más fuertes.
Concédenos que desaparezca de nuestro amor
el egoísmo que todavía lo empaña.
Y que, apoyados en ti,
podamos enfrentar las dificultades de la vida.

Y que en nuestro futuro hogar y en nuestras vidas,
encuentres- siempre el sitio de honor
                                          que te corresponde. Amén.




sábado, 17 de marzo de 2012

DECÁLOGO DEL AMOR

 
            La relación que podemos sostener con alguna persona en nuestra vida, siempre tiene líneas a seguir, que si bien es cierto, no existe un manual que dictamine nuestros comportamientos o actitudes en la relación, pero siempre hay pautas o experiencias que pueden ayudarnos a esclarecer y madurar nuestro camino de amor, para ello podemos en esta ocasión un decálogo que puede sernos de utilidad.

1. La razón debe guiar tu corazón.
Es toda la persona la que ama, y ésta debe ser asesorada siempre
por la razón. El amor ciego nunca fue duradero ni verdadero.
2. Amarás sin buscar utilidad.
El amor exige una maduración afectiva, por la cual el deseo de
poseer al otro se sustituye por el deseo de darse al amigo o
persona amada.
      
3. No confundirás amor con egoísmo.
El egoísmo usa de las personas como si fueran objetos, cosas, esclavizándolas y manipulándolas. El amor sólo piensa en el bien y en la realización del amigo y de la persona amada.
     4. El amor te ayudará a superar las dificultades.
Con el amor y por el amor, "sentirás la alegría del vivir", fuerza potenciadora para conseguir las más difíciles metas. A este respecto son bonitas las palabras de Goethe: "La alegría y el amor son las dos alas para las grandes empresas".

      5. El amor te exigirá disponibilidad.
Vulgarmente podríamos decir que el amor esclaviza, pero es la única esclavitud que gratifica, personaliza y forja felicidad.
      6. No olvides que el amor es un arte.
En todo arte estos son los tres pasos necesarios para apren­derlo: dominio de la teoría, dominio de la práctica y considerar­lo como algo fundamental en tu vida. Lo más difícil es "apren­der a amar, aunque algunos consideran "el aprendizaje del amor" tan fácil como hacer una quiniela.

      7. Descubrirás que el amor humano no es un juego barato.

No sería auténtico amor porque te despersonaliza y pone ten­siones en tu corazón.

      8. Con el amor construirás una convivencia fraterna.
El amor exige salir de ti mismo y de tus egoísmos, para desem­bocar en un sabroso altruismo o donación sin reservas al pró­jimo.

      9. Dios el manantial del amor.
San Juan nos dice que Dios es amor y germen de todo amor. "El amor viene de Dios" (1 Jn 4,7).

     
 10. El amor es fuente de vida.
Con tu amor darás sentido a las personas con las cuales con­vivas y, el día de mañana, será tu felicidad.

viernes, 16 de marzo de 2012

Lealtad en libertad, dentro del noviazgo.


        En este día, presentare dos elementos que sin duda alguna en nuestras relaciones personales y de noviazgo, siempre han de estar presentes, para que nuestra vida valla creciendo y cada día seamos personas cada vez mas plenas.

El noviazgo tiene unos límites que no existen en el matrimonio y que no se deben traspasar. Y esto es lógico porque el matrimonio es indisoluble y el noviazgo no. El noviazgo es la preparación y debe estar regido más por la cabeza que por el corazón. La decisiones deben estar tomadas con la cabeza. Cualquier extralimitación en el noviazgo, paradójicamente, se convierte en límite, en una especie de losa que después pesa sobre la libertad, y en consecuencia puede comprometer el acierto de futuras y graves decisiones.

En definitiva, aquí, como en todo, el dominio de la pasión impide el dominio de la razón, y hace muy difícil, si no imposible, hacer lo que realmente conviene en cada momento. Incluso me parece que durante el noviazgo la creación de ciertos lazos o vínculos -como tener cuentas corrientes conjuntas, comprar cosas entre ambos, etcétera- es innecesario, más aún, puede estorbar, porque crea una situación artificial que merma la libertad que sí es necesaria durante ese período.

Cabría entonces preguntarnos aquí, ¿esa libertad necesaria quiere decir que cada uno es libre de salir con el novio o novia, y también él con otras chicas y ella con otros chicos?

La respuesta más acertada es decir, que durante el noviazgo pueden surgir serias y razonables dudas sobre la conveniencia de continuarlo o de cortarlo. Y puede llegar un momento en que la lealtad exija plantear una crisis para no comprometer el futuro de ambos, que no debe edificarse sobre la inestabilidad. Cuando las expectativas, esperanzas, ilusiones no son compartidas o generan dudas fundadas, serias, sobre la estabilidad de la futura convivencia, hay que cortar. Porque si no, se crearía una situación artificiosa cada vez más difícil de superar. Los afectos creados y los intereses comunes conducirían o bien al aislamiento, que no es lo natural; o bien a buscar sistemáticamente la compañía de terceros, porque entre ambos ya estaría dicho todo y el encanto del salir solos se desvanecería.

Pero la lealtad obliga, entendido esta palabra no como peso, sino como una espacio de entrega mutua y compartir la vida,  normalmente a los novios a no tratar a terceras personas de tal manera que facilite la dispersión del afecto. Hay una voluntaria atadura, la sujeción libre a unos deberes. José Luis Soria, en un libro muy útil, dice que quizá por eso tenga hoy tan pocas simpatías el noviazgo serio. Y añade que quien vea el deber como una falta de libertad, quien no sepa renunciar a determinadas posibilidades por amor, quien no quiera que nada ni nadie le coarte, quien no se decida a aceptar ese necesario condicionamiento, se descalifica automáticamente hasta para el matrimonio, que implica la definitividad del compromiso provisional y primerizo del noviazgo. Y nos estamos refiriendo no a un compromiso jurídico o formal, sino a un compromiso íntimo, quizá sin ninguna manifestación explícita, pero no por eso carente de fuerza.

San Josemaría Escrivá de Balaguer, nos dice que: "el noviazgo debe ser una ocasión de ahondar en el afecto y en el conocimiento. Y, como toda escuela de amor, ha de estar inspirado no por el afán de posesión, sino por el espíritu de entrega, de comprensión, de respeto, de delicadeza" (). Me parece que en estas palabras se puede descubrir el ambiente en el que pueden desarrollarse armónicamente, sin estorbarse, al contrario, tanto la libertad como la lealtad.


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